FORTALECER O DEBILITAR AL PODER LEGISLATIVO

En los recientes meses se ha ido creando un falso debate dentro de la opinión pública, incrementando la presión desde diferentes medios de comunicación para que el Poder Legislativo sea el ejemplo de la austeridad en el país. Gran parte de la población en México manifiesta que los legisladores “cobran sin trabajar”, circulan imágenes en las redes sociales de legisladores durmiendo, jugando con el iPad, revisando sus fotografías, viendo películas, etcétera. Tienen razón, son injustificadas esas acciones que poco aportan al país, nuestros legisladores tienen poco prestigio, pero ganan mucho.

Si algo le falta a nuestro país, en nuestro contexto es consolidar nuestra democracia, como afirmara Krause nos “falta democracia en serio”, nos encontramos detenidos y desorientados, sin tener idea de cómo seguir construyendo un régimen democrático y de la mano una sociedad democrática que tenga justicia, sin vivir en la desigualdad.

Por eso el falso dilema de “exigir al Poder Legislativo que tenga austeridad, así como de exigir inmediatamente su reducción de Legisladores” que en varios sectores de la opinión pública y diversos sectores de la sociedad mexicana. Me explico.

En el proceso de construcción de nuestra democracia el Poder Legislativo estaba supeditado al Poder Ejecutivo, ya ni hablar del Poder Judicial, ambos poderes estaban supeditados a un solo Poder; a este largo periodo se le conoce como Presidencialismo mexicano. A través de las últimas dos décadas del Siglo XX, con un par de Reformas importantes (1977 y 1996) comenzaron a darle vida institucional al Legislativo, comenzó a configurarse el mosaico de colores y ensancharse cada vez más la pluralidad política dentro de la Cámara de Diputados y Senadores.

A partir de 1997 la integración de la Cámara de Diputados tiene una configuración sin mayorías absolutas de ningún partido, dentro del Poder Legislativo se inauguró una actividad que estaba vedada “construir acuerdos”, “cabildear”, “deliberar” “dialogar para construir un mejor marco institucional”. Dentro de este escenario descrito nos hemos estado moviendo durante los recientes 18 años.

En este contexto, hemos vivido en la ineficacia del legislativo; la llamada “parálisis legislativa” que se manifiesta de diferentes maneras aunque la más evidente son el total de días en que está instalado el pleno legislativo, la cantidad de comisiones ordinarias, bicamerales, especiales, 56 en total en la Cámara de Diputados y 64 en la Cámara de Senadores; esto coloca a nuestro Congreso General entre los primeros tres Congresos más grandes del mundo. El Senado mexicano está considerado como el más grande del mundo, en cuanto al total de Comisiones, y la de Diputados como la tercera más grande. El tamaño del Congreso mexicano, el exceso de Comisiones, la deficiencia en su funcionamiento junto con la habilidad de nuestros legisladores para que en el momento preciso sean captados en plena distracción al momento de estar en sesión en el pleno, alimentan la “exigencia” de que se reduzca el enorme elefante blanco en que se ha convertido nuestro poder legislativo.

Es evidente que hay deficiencias en la estructura del Congreso de la Unión, pero en la construcción y fortalecimiento de nuestra democracia debemos tener la obligación de vigorizarla, no de debilitarla. Debemos reconocer que el Legislativo es el principal eslabón institucional de México ya que ahí se encuentra representado el mosaico de la pluralidad política del país, por lo tanto, hacer la eficiencia del Legislativo no pasa por reducir el número de curules, debe transitar por redefinir aspectos que ayudarán a darle un nuevo rostro al Congreso de la Unión. Por ejemplo, sugiero:

  1. El Poder Legislativo, debe olvidar la Opacidad en el manejo de sus enormes recursos económicos y humanos. Se debe transparentar el uso y destino de las subvenciones a los grupos parlamentarios; así como el uso y destino de todo el presupuesto destinado al funcionamiento y operación de la Administración central de ambas Cámaras.
  2. Debe existir una reorganización administrativa, que ayude a adecuar, homologar los criterios para el funcionamiento programático, presupuestal, contable y organizacional desde la Secretaría General hasta los grupos parlamentarios.
  3. Revisar y evaluar la pertinencia para reducir el número de Comisiones ordinarias, limitar la creación de Comisiones especiales para que únicamente se cree en los momentos y temas de trascendencia y urgencia nacional.
  4. Tener como principal precepto legislativo, el total apego a la Transparencia en todo ámbito en el manejo presupuestario y de subvenciones a los grupos parlamentarios. Para tener coherencia con una de las funciones vitales del Congreso: “la auditoria y vigilancia del presupuesto federal signado año con año”.

Hasta la próxima.

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Lic. Fausto Israel Ramírez Arias.  / @faustoramirezar 

Estudié la Licenciatura de Ciencia Política y Administración Pública, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Me titulé con la Tesis “Los partidos políticos y la Reforma Política del Distrito Federal”.

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